El síndrome del nido vacío

Desde que tenemos hijos, éstos son fuente de amor incondicional y de conflictos múltiples también.

Entre los conflictos o situaciones complicadas que nos encontramos están asuntos como redes sociales, la generación de “lo quiero ya”, la alimentación, salidas conflictivas, adolescencia con todos sus matices, los límites difusos y lo que parece el final de todo esto, la salida del hogar familiar.

No podemos olvidar que también se presentan multitud de conflictos en el caso contrario, cuando los hijos no se van de casa Este caso también produce otro tipo de desasosiegos que trataré en otro capítulo del blog.

La etapa familiar en la que los hijos se emancipan y se van de casa, puede producir en los padres y madres una serie de síntomas. Lo que los expertos denominan como “síndrome del nido vacío”

Esta etapa se caracteriza por una serie de síntomas emocionales y físicos que aparecen después de que los hijos abandonen la vivienda familiar.

De forma general, se puede describir como una sensación de tristeza y soledad pronunciadas debido a que los hijos se van de la casa.

Qué duda cabe que durante la crianza de los hijos, suceden muchas etapas y en todas ellas tenemos que ser conscientes de que los hijos necesitan nuestro cariño, apoyo y orientación.

También es cierto que con la incorporación de la mujer al mundo laboral, esta sensación de que los hijos se van y de la madre se queda sola, puede parecer que ahora es menor. La sorpresa es que se sigue sintiendo y que , aunque es más típico en mujeres, los hombres también tienen estos síntomas. Y, además, los reconocen.

Algunos de los síntomas que se pueden presentar son:

  • Sensación de tristeza y vacío.
  • Sentimientos de profunda tristeza.
  • Sensación de no tener rumbo ni nada por hacer.
  • Aburrimiento constante.
  • Deseos de llorar con frecuencia y durante un tiempo amplio.
  • Aparición constante de recuerdos de la infancia de los hijos y deseo de hablar frecuentemente de ellos.
  • Sentir que la vida ha perdido el sentido.
  • Molestias somáticas como mareos y dolor de cabeza.
  • Sensación de desesperanza sobre volver a sentir la misma felicidad de cuando los hijos aún vivían en la casa.
  • Insomnio

Y ante la pregunta ¿Qué hago si mi hijo se va?

Tengo una respuesta sencilla : ¡¡¡¡VIVIR!!!! Si nuestro hijo/a se siente con la madurez suficiente para buscar su independencia, debemos respetar, admirar y apoyar esta gran decisión. Cualquier razón es válida y merece respeto y reconocimiento. Si le inculcaste valores, le diste una educación y buenos ejemplos no tienes de qué preocuparte. Tu hij@ está preparado para salir adelante como te lo ha demostrado en todos estos años y en las diferentes etapas de su vida.

Si la crianza de los hijos es el único proyecto vital de la mujer o el hombre y si además hemos experimentado dificultades en el acompañamiento y en la evolución de los hijos, la ida del hogar irrumpe sorpresivamente, como un acto de abandono inesperado.

Una de las preocupaciones más “soterradas” que se sienten y de las que no se habla es de la sensación de que el hijo o la hija que se va perderá el cariño hacia los padres. Puede que entonces los padres maquinen algunas ideas para que los hijos se sientan culpables y no se vayan de casas, o al menos, se sientan mal. Aceptar que nuestros hijos se vayan de casa, debería ser uno de nuestros mayores logros como padres y madres.

Cosas que no debemos hacer cuando los hijos se quieren ir de casa.

  • Pedirle que no se vaya. Si tu hij@ lo decidió así es porque ya lo tiene “todo” calculado.
  • No le preguntes si lo ha pensado bien. Esa pregunta lo va ofender en lugar de hacerlo cuestionarse.
  • Cero chantajes. Evita frases como “sin ti me voy a sentir muy sol@”, “me vas a abandonar”,…
  • Evita las amenazas.“Te olvidas de que tienes padres”, “ya no cuentas con nosotros”, “si cruzas esa puerta, has muerto para nosotros”. Estas frases no tienen su lugar en la boca de padres que aman a su hijo.
  • Espiarlo. No te pongas en el papel de espía y comiences a investigarlo en las redes sociales o con sus amigos. Si algo quieres saber de él, pregúntaselo.
  • No dramatices. No propagues la voz con los demás familiares poniéndote en el papel de mártir. No hagas ver a tu hij@ como el malo y mucho menos pongas a la familia en su contra. La separación de hijos-padres tal vez es una de las más dolorosas, pero también es una de las más seguras, y un estupendo indicador de que se ha sido un excelente padre/madre. Tu papel de crianza concluye ahí, pero tu apoyo nace, crece y se transforma, nunca desaparece. Así que si tienes a tu hijo contigo, aprovéchalo al máximo y prepáralo para volar.

Cosas que podemos hacer para superar esta partida.

  • Si los hij@s aún no se han ido, anticiparse a su partida puede ayudar a prevenir el desarrollo del síndrome.
  • Se debe reconocer que los hij@s deben independizarse, pues se trata de un proceso normal de la vida. Cuando esto se acepta, es más fácil adaptarse.
  • Enfocarse en la pareja también puede ayudar a superar el síndrome. Aprovechar que ya no están presentes las responsabilidades con los hijos permite disfrutar de más tiempo en pareja.
  • Practicar nuevas actividades o vivir nuevas experiencias positivas, sobre todo aquellas que no podían hacerse antes por no tener suficiente tiempo.
  • Desahogar los sentimientos hablando con un amigo o familiar puede ayudar a aliviar la tristeza.
  • Mantenerse en contacto con los hij@s con una sana comunicación ayuda a aliviar los sentimientos de nostalgia.

Los padres debemos tener claro que “soltar a un hijo” forma parte de las  muchas tareas que el rol de padres exige. Esta tarea es tan vital como haberles alimentado cuando eran pequeños y haberles protegido y cuidado. De todas las pruebas de amor incondicional que podamos ofrecer a nuestros hijos, esta quizás sea la mayor y definitiva. Aquí debería culminar nuestro trabajo como “protectores”. Dejarles volar, no sólo les libera a ellos sino también a nosotros como personas con una vida por vivir y muchos sueños aún por cumplir al margen de “nuestros pequeños”. Sueños y proyectos en los que no deberían estar involucrados. De esa manera les estamos enseñando cómo vivir, cómo hacer. Abrir con tus propias manos la puerta de la jaula donde has cuidado, alimentado, protegido y amado a tu pequeñ@  “pajarill@” requiere mucha valentía, pero el amor por él o por ella debería estar por encima del egoísmo de mantenerlo atad@ a ti para tu tranquilidad personal.

Ningún hijo debería haber nacido para cubrir las carencias emocionales de sus padres.

Si necesitas acompañamiento, siempre puedes contar con profesionales que te ayuden a gestionar tus emociones.

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